El dios de los cristianos, Dios de mi infancia, no hace el amor. Quizás es el único dios que nunca ha hecho el amor, entre todos los dioses de todas las religiones de la historia humana. Cada vez que lo pienso, siento pena por él. Y entonces le perdono que haya sido mi superpapá castigador, jefe de policía del universo, y pienso que al fin y al cabo Dios también supo ser mi amigo en aquellos viejos tiempos, cuando yo creía en Él y creía que Él creía en mí. Entonces paro la oreja, entre la caída del sol y la caída de la noche, y me parece escuchar sus melancólicas confidencias.

Eduardo Galeano.

martes, 31 de enero de 2012

de necesidades y otras hierbas


Siempre supuse que escribir era parte de mí, que los que escribíamos éramos  gente inconforme, que escribíamos para llenar un hueco. Ahora ese hueco está lleno de cuestiones burocráticas y pseudo existencialistas. Ignoré mi necesidad de escribir. Ya pasó un poco todo el sofocón, ya acomodé bastante todo ese espacio de la vida real que debía ser acomodado hace mucho tiempo (la familia, la vida, los años, los ciclos, y todas esas boludeces). Quizás ahora pueda escribir para empezar a generar esa conexión conmigo misma que vengo dejando de lado (por más new age suene eso que acabo de escribir). ¿Cómo empezamos? ¿O es que ya empecé? ¿Empezar otra vez? ¿O hacerse la boluda con lo que está ahí, escapándose de los dedos por salir, todo para no romperte la cabeza tres noches seguidas para que un verso quede como debe quedar? ¿Otra vez hacerte la boluda?
 No.
Necesito escribir. 




Cuando yo estaba en la escuela, la maestra nos explicó que Vasco Núñez de Balboa había sido el primer hombre que vio los dos océanos, vio los dos mares a la vez, el Pacífico y el Atlántico desde una cumbre de Panamá; el primer hombre. Y yo levanté la mano y dije: "Señorita, señorita". -"¿Sí?"- "¿Los indios eran ciegos?"




Eduardo Galeano