Entonces, a través del vapor que ya se desleía, vi un estanque inmenso en el cual, hundidos hasta las rodillas, vegetaban millares de hombres y mujeres desnudos. Y digo “vegetaban”, porque tal idea sugerían aquellos torsos inmóviles pero abrazados entre sí, unidos hasta la tortura según todas las formas imaginables del amor, incrustados los unos en los otros y apretándose como las mil ramas de una floresta
Leopoldo Marechal (Adán Buenosayres)
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