Existe una leyenda sobre un autómata diseñado para jugar al ajedrez que respondía perfectamente a cada movimiento de un oponente. Se trataba de una marioneta en atuendo turco y con un narguile en la boca, sentada a una mesa frente al tablero de ajedrez. Un sistema de espejos producía la ilusión de que la mesa era transparente por todos los lados. En realidad, un pequeño jorobado (maestro del ajedrez) estaba sentado bajo la mesa y dirigía la mano de la marioneta por medio de unos hilos. Podemos imaginar el equivalente filosófico de este dispositivo. La marioneta, llamada “materialismo histórico”, debe ganar todo el tiempo. Esta puede ser una partida fácil para aquél que se aliste en los servicios de la teología que hoy, como sabemos, es fea y debe mantenerse apartada de la vista.
Walter Benjamin (Tesis sobre la Filosofía de la Historia)
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