El dios de los cristianos, Dios de mi infancia, no hace el amor. Quizás es el único dios que nunca ha hecho el amor, entre todos los dioses de todas las religiones de la historia humana. Cada vez que lo pienso, siento pena por él. Y entonces le perdono que haya sido mi superpapá castigador, jefe de policía del universo, y pienso que al fin y al cabo Dios también supo ser mi amigo en aquellos viejos tiempos, cuando yo creía en Él y creía que Él creía en mí. Entonces paro la oreja, entre la caída del sol y la caída de la noche, y me parece escuchar sus melancólicas confidencias.

Eduardo Galeano.

domingo, 22 de noviembre de 2009




Bajo a tomar un café, tropiezo casi caigo y siento que,
por un momento pierdo la fé.  
Me consuelo pensando que ya no muerdo el anzuelo,  
levanto el alma del suelo, prendo un pucho, y salgo de este sucucho.  
Llevo en la mano el cigarro y pienso "otro crack con pies de barro".
Mejor jugar de callado y nunca treparse al carro,
ando emperrado en encontrar el tiempo perdido, en lamentos apretados,
en penales casi siempre mal pateados.  
Laburo por chirolas, no quiero seguir y decido salir de la cola.  
Y aunque el lobo no puede, y aunque las gambas casi no quieren,
doy una vuelta a ver si todavía llueve.  
 
Ya no duele el corazón y esta noche ya no sopla el viento del dolor
Ya no duele el corazón y es un amargo bandoneón lo que amaga en mi canción  


El vidrio que me mira, la gente que dobla la esquina, la bocanada casi me tira
y la rambla, que sigue vacía.
Suelo mojado, el tránsito encajonado
(como un perro que ladra encerrado en una trampa desconocida)  
La lluvia que salpica la memoria enrojecida por la nostalgia,
como lágrimas partidas, como lágrimas perdidas  
Tiempo mejor, cielo de miel, ahora que sale el sol...y empieza a calentar la piel.  

Ya no duele el corazón 
y esta noche ya no sopla el viento del dolor  
Ya no duele el corazón y es un amargo bandoneón lo que amaga en mi canción

Bronco tosarrón de tanto fumar, ganas de empezar a caminar  
y dejar de pensar en flores que se queman de frío, en un sucio jarrón vacío
en un Río de Plata marrón que ahora miro sin apuro.
Chiflo bajo, me pateo el hormigón
mientras pienso, calentón, que me rajo del laburo y que me rajó con razón.
 

Ya no duele el corazón y esta noche ya no sopla el viento del dolor
Ya no duele el corazón 
y es un amargo bandoneón lo que amaga en mi canción

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